Así duerme la hermana de mi novia. ¡Mas fotos!

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El país con grandes tragedias llamado Haiti

El fatalismo (de la raíz latina fatum, destino), es una tendencia que supone que todo lo relativo a lo humano está afectado a algún orden causal, eso implica que las personas no pueden escapar a su destino.
Desde esta perspectiva, todo lo que ocurre está de un modo u otro "predestinado" por la divinidad. No importa lo que el ser humano realice, no puede escapar a lo que la divinidad ha elegido.
Esta visión de mundo se relaciona con el determinismo que supone que cada evento tiene una causa que no tiene nada que ver con la voluntad humana, de esta forma, se anula el libre albedrío y la elección personal.
Ya los antiguos griegos pregonaban el determinismo como una forma de explicar hechos catastróficos. Las Moiras eran las diosas que personificaban el destino.
Las tragedias griegas, especialmente en obras como Edipo Rey de Sófocles (496-406 a.C.), presentan la idea de que nadie, por ninguna razón, por más que lo intente, puede escapar a su destino. El ser humano está indefenso frente a lo inevitable.
El destino no tiene lógica ni una finalidad conocida. Se supone que no se discute con los dioses que definen el futuro de los humanos. Pueden efectuar las más horrendas catástrofes, y al ser humano le compete sólo aceptar.
El destino es ciego, no se puede eludir ni tampoco explicar. Este pensamiento fue muy popular entre los estoicos y marcó de una forma u otra la cultura occidental.
Agustín presentó el concepto de la soberanía absoluta de Dios, bajo el manto del concepto de la providencia divina.
Bajo esta premisa, Dios tendría control absoluto de todo lo que ocurre tanto en la naturaleza como en los seres humanos. La humanidad no podría escapar a los designios divinos.
En la perspectiva agustiniana se termina anulando la libertad, el ser humano no puede escapar al designio divino que elige su destino de manera inexorable.
Evidentemente San Agustín procura darle al destino cristiano un matiz de esperanza. Sin embargo, si se analiza con cuidado su pensamiento, el presenta la misma idea fatalista griega, con un barniz bíblico.
Lamentablemente algunos autores cristianos, entre los que destaca Juan Calvino (1509-1564), tendieron a confundir el concepto de la soberanía divina que además conoce el presente, pasado y futuro, con determinismo.
Se supuso, que un dios que conociera todo, tendría la facultad de determinar el devenir de todo lo existente.
No obstante, no hay elementos de juicio en las Escrituras para pensar de este modo. El saber, no supone, necesariamente, acción divina.
El determinismo niega la libertad humana. Hace que los seres humanos se conviertan en meras marionetas bajo el arbitreo de la divinidad.
Hablar de determinismo y libertad es un contrasentido. En dicho contexto, el libre albedrío no podría realizarse puesto que no tendría posibilidad de acción.
La Biblia sostiene con claridad la libertad humana, de otro modo, todo el devenir estaría manejado y en última instancia sería responsabilidad divina.
Cuando la libertad se anula hablar de responsabilidad también carece de sentido. ¿Cómo podría la divinidad pedir cuenta de algo al ser humano si éste no tendría posibilidad de elegir su "destino"?
Hablar de pecado, mal y salvación, en un contexto determinista resulta insulso. ¿Cómo podría el ser humano aspirar a la salvación si la divinidad habría elegido por él? ¿Cómo hablar de pecado si el humano estaría haciendo la voluntad de Dios?
Si se piensa bien, en un contexto determinista, la divinidad es causal incluso de la muerte y el pecado, lo que contradice la religión misma.

Haití y fatalismo religioso
El terremoto que ha afectado a Haití en los días recientes, es un hecho tristísimo, tanto como cualquier otro hecho catastrófico.
Tal como ocurrió con el desastre de Katrina, el Tsunami en el sudeste asiático, y otros hechos similares, los catastrofistas y deterministas de siempre, salen a pregonar discursos fatalistas.
Aunque sea políticamente incorrecto decirlo, pero, ¿quién pregunta en esos momentos por la responsabilidad humana en el desastre?
Haití es un país que ha estado afectado por siglos por la corrupción, la violencia, y la informalidad. Sus construcciones son precarias y de una calidad que no pasaría los estándares de construcción de países con otro tipo de criterios.
Se encuentra en un lugar que es proclive a los movimientos telúricos por estar en una falla natural (que no ha sido creada por ninguna divinidad), y que de tanto en tanto produce este tipo de fenómenos, que se convierten en catástrofes por otros factores asociados al factor humano.
Katrina podría haber sido distinto con una reacción a tiempo y con mayor responsabilidad por haber construido una ciudad en un lugar no apto.
El Tsunami habría provocado menos daños si las construcciones hubieran estado en otro lugar y no en sitios que eran posibles lugares de penetración del agua. Además, no existía un sistema coordinado para prevenir desastres porque no habían querido invertir el dinero para hacerlo.
Creer que la divinidad, cualquiera sea la que se invoca, castiga a un pueblo, persona o nación, por la razón que sea, con catástrofes, muerte y horror, es contradecir el sentido mismo de la religión.
La Biblia declara que "Dios es amor" (1 Jn. 4:8). ¿Cómo podría Dios provocar un desastre de esta magnitud y al mismo tiempo seguir diciendo que ama? Es una contradicción vital enorme sólo creerlo.
¿Cómo podría cualquier divinidad aspirar a que el ser humano le invoque libremente, si para que eso ocurra debe manipularlo con la muerte, el sufrimiento y el dolor?
Es incompatible con una concepción sana y correcta de la divinidad, creer en el determinismo, cualquiera sea la forma en que se manifieste.
Los cristianos, que sanamente leen la Biblia, en vez de buscar causales que no existen, deberían unirse para colaborar con los haitianos, tal como lo están haciendo múltiples organizaciones. Eso es amor en acción.
Cualquier persona sana de juicio, no podría seguir creyendo en un dios manipulador, que se goza con el sufrimiento humano y que provoca desastres.
Creer en el fatalismo es anular los conceptos del amor y providencia divina. Es de un modo u otro, una forma burda de eludir las responsabilidades humanas que con sus elecciones libres provocan que situaciones azarosas de la naturaleza se conviertan en verdaderos desastres.