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Humphry Osmond y los experimentos psiqiátricos con LSD

Humphry Osmond, un joven psiquiátra birtánico emigrado a Saskatchewan, canadá, dirigió un nuevo hospital mental en Regina a principios de la década de los cincuenta. Cuando llegó al lugar no sólo encontró enfermos mentales, sino muchos alcohólicos que ocupaban demasiada atención y demasiadas camas en el hospital. A él y a su colega Abram Hoffer, se les ocurrió probar la LSD para producir estados temporales de locura entre los alcohólicos que pudieran parecerse al síndrome del delirium tremens, con el fin de que hacerlos alejarse del alcohol rápidamente cuando vivieran de antemano lo que les esperaba al final del camino por el que estaban yendo.

Para su sorpresa, el equipo clínico del hospital descubrió que las altas dosis de LSD que les administraban a los alcohólicos hacían que muchos de ellos perdieran el control "en una aterradora parodia de la locura" tras la cual, algunos de ellos "se veían trasladados a un ámbito inefable más allá del espacio y el tiempo, a una dimensión transformadora del ser más parecida a la iluminación que a la psicosis". Y se dieron cuenta de que esta experiencia les proporcionaba "fuerzas para acabar con su adicción" (42). Con base en este tipo de experiencias Osmond y Hoffer se dieron a la tarea de desarrollar y refinar su enfoque terapéutico con LSD para tratar la adicción hasta alcanzar "un tratamiento inspirado" en palabras de su colega R. Yensen (42), que se dio a conocer como "Psicoterapia Psiquedélica Cumbre".

Osmond trabajó con tesón promoviendo las utilidades clínicas de la LSD, la psilocibina y la mezcalina a través de numerosas ponencias y artículos al respecto y administrándolas a personajes de la política y la intelectualidad de la época como su compatriote el escritor y filósofo Aldous Huxley.

El doctor Osmond fue quien acuñó el término de psiquedélicos para la LSD y sustancias de efectos similares. Etimológicamente este vocablo significa "manifestadores o reveladores del alma", pues viene de los términos griegos psique, que es el denominativo de "alma o espíritu" y delos que significa, "manifestar, revelar o hacer visible". Desde su perspectiva, no se podía aplicarles el término de alucinógenos ya que pocas veces producen alucinaciones reales sino más bien ilusiones sensoriales, ni el de psicomiméticos, porque sus efectos son mucho mayores que la simple imitación de episodios de locura. Osmond pensaba que podían propiciar una experiencia directa hacia los ámbitos espirituales y que los epítetos clínicos desdeñosos no debían oscurecer su verdadera riqueza, dado lo cual sugirió psiquedélicos, un nombre con profundidad mística que posteriormente los medios de comunicación masiva se encargaron de transformar en psicodélicos tal como tergiversaron muchas otras cosas respecto a estas drogas que terminaron asociadas con la rebelión cultural, los nuevos estilos artísticos y la apología del uso de sustancias psicoactivas durante la década de los años sesenta