Así duerme la hermana de mi novia. ¡Mas fotos!

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El verdadero valor de un diario íntimo, ejemplo de Heinrich von Kleist

 —Releeré, pues, mi diario —dijo Enrique—, lo empecé en tiempos pasados y me interesa estudiarlo al revés, es decir, comenzar por el final e ir preparándome paulatinamente para el comienzo, con el fin de comprenderlo un tanto mejor. Todo saber auténtico, toda obra de arte y todo pensamiento metódico siempre deben unirse en un círculo y vincular lo más íntimamente posible el comienzo y el fin, así como la serpiente se muerde la cola: símbolo de la eternidad o —mejor aún— símbolo del entendimiento y de todo lo acertado, como afirmo yo.


Enrique soltó una carcajada. —Mira —exclamó—, tengo que reírme con malicia, pero todavía no es la risa de la desesperación, sino la que surge de mi perplejidad, porque no sé en absoluto de dónde sacar dinero. Pero los medios ya se hallarán; pues es inimaginable que nos muramos de frío con un amor tan caluroso, con sangre tan caliente como la nuestra! ¡Completamente imposible!
Ella le sonrió amablemente y replicó: —Ojalá hubiera traído unos vestidos para venderlos o hubiera en nuestra pequeña casa unas jarras de bronce y almireces u ollas de bronce superfluas; entonces sería fácil hallar una solución.
—Así es —dijo él con tono travieso—; si fuéramos millonarios como ese Sietequesos, no sería ningún mérito comprar leña y mejores alimentos.
La mujer echó una mirada hacia la estufa donde, para el más pobre de los almuerzos, estaba cocinando pan remojado en agua, un plato que habría de ser rematado con un poco de manteca para postre.
—Mientras tú inspeccionas nuestra cocina —dijo Enrique—, y le das las órdenes pertinentes al cocinero, yo me dedicaré a mis estudios. Si no se me hubiera acabado la tinta, el papel y las plumas, con cuánto gusto volvería a escribir, también me agradaría leer alguna cosa, sea lo que fuere, con tal de tener un libro.
—Tienes que pensar, queridísimo —dijo Clara y lo miró socarronamente—, espero que las ideas todavía no se te hayan acabado.
—Queridísima mujer —contestó—, el gobierno de nuestra casa es tan extendido y pesado que requerirá tu entera atención; no te distraigas en absoluto, caso contrario nuestra situación económica podría resentirse. Y como me voy ahora a mi biblioteca, déjame tranquilo por el momento, pues tengo que aumentar mis conocimientos y ofrecer pasto a mi espíritu,
—Él es único —dijo la mujer para sí misma y se rió alegremente—¡Y es tan hermoso!
—Releeré, pues, mi diario —dijo Enrique—, lo empecé en tiempos pasados y me interesa estudiarlo al revés, es decir, comenzar por el final e ir preparándome paulatinamente para el comienzo, con el fin de comprenderlo un tanto mejor. Todo saber auténtico, toda obra de arte y todo pensamiento metódico siempre deben unirse en un círculo y vincular lo más íntimamente posible el comienzo y el fin, así como la serpiente se muerde la cola: símbolo de la eternidad o —mejor aún— símbolo del entendimiento y de todo lo acertado, como afirmo yo.