Así duerme la hermana de mi novia. ¡Mas fotos!

Así duerme la hermana de mi novia. ¡Mas fotos!
Así duerme la hermana de mi novia. ¡Mas fotos!

Panorama de la Viena del siglo pasado por FRANZ GRILLPARZER

Entre la ciudad y el puente se han colocado ya carretones para los auténticos hierofantes de esta fiesta: los hijos de la servidumbre y del trabajo. Colmados y no obstante, al galope, atraviesan la masa humana que se abre ante ellos con dificultad y se cierra luego, despreocupada e intacta. Porque en Viena existe un acuerdo tácito entre carruajes y peatones: no atropellar, aunque se venga a la carrera, y no dejarse atropellar, aun sin prestar atención al tránsito.
Segundo a segundo se hace más pequeña la distancia entre vehículo y vehículo. Algunos carruajes del gran mundo se mezclan ya al cortejo frecuentemente interrumpido. Los coches ya no vuelan. Hasta que por último, cinco o seis horas antes de anochecer, los caballos y los coches, previamente espaciados entre sí, se espesan ahora en una fila compacta, que frenándose a sí misma, y contenida también por aquellos que se precipitan desde las calles transversales, invalidan abiertamente el viejo proverbio que reza: mejor andar mal en coche que bien a pie. Observadas con asombro, compadecidas u objeto de bromas, las compuestas damas permanecen sentadas aparentemente inmóviles en sus coches. No habituados a estas continuas detenciones, los negros caballos de Holstein se encabritan, como si, al ser obstaculizados por los carretones que los preceden, quisieran proseguir su camino por encima de éstos, cosa que evidentemente también parecen temer las mujeres con sus chillidos y la población infantil de los vehículos plebeyos. El veloz coche de punto, por primera vez infiel a su naturaleza, calcula lleno de rabia la pérdida sufrida, al tener que emplear tres horas en un viaje que hace siempre volando en cinco minutos. Hay peleas, atentados recíprocos al honor de los cocheros, y de vez en cuando, un latigazo.